
Estados Unidos al borde de una reconfiguración histórica
Desde mediados del siglo XX, la región norteamericana ha sido conceptualizada como una de las arquitecturas geopolíticas más estables del sistema internacional. La integración económica consagrada en el NAFTA y luego en el USMCA, la interdependencia energética entre Estados Unidos y Canadá, y la complementariedad institucional entre democracias liberales consolidadas funcionaron como un andamiaje que, durante décadas, resistió shocks externos, recesiones globales y transformaciones tecnológicas. Sin embargo, en la segunda mitad de la década de 2020 emergen indicios sólidos de que esta estabilidad está experimentando tensiones profundas. Estados Unidos atraviesa una crisis interna que, siguiendo los marcos teóricos de la “crisis hegemónica” (Arrighi, Gilpin), combina deterioro institucional, polarización afectiva, fragmentación territorial y agotamiento del consenso liberal. Canadá enfrenta la reaparición de movimientos separatistas —especialmente en Alberta— que cuestionan su modelo federal y la representación de intereses regionales.
Ambas dinámicas se articulan con procesos globales: la transición hacia un orden multipolar, la digitalización del poder militar, el declive paulatino del dólar como moneda dominante, la securitización de las cadenas de valor energético y la emergencia de tecnologías disruptivas (inteligencia artificial, blockchain). El objetivo de este artículo es analizar cómo estos fenómenos convergen en una crisis sistémica de Norteamérica, entendiendo que ya no se trata de episodios aislados, sino de síntomas de un reordenamiento estructural que redefine el modo en que el poder, la autoridad y la legitimidad se distribuyen en el hemisferio.
ESTADOS UNIDOS: COLAPSO DEL CONSENSO LIBERAL, CRISIS INSTITUCIONAL Y FRAGMENTACIÓN SOCIOPOLÍTICA. La literatura contemporánea sobre polarización (Iyengar, Mason, McCoy) sostiene que cuando la identidad política se transforma en identidad social, el conflicto deja de ser transaccional para convertirse en existencial. En Estados Unidos, esta condición se ha cumplido. La violencia política, simbolizada en el asesinato de Charlie Kirk, ya no opera como anomalía, sino como indicador de un proceso de radicalización extendido, donde las líneas divisorias entre adversario y enemigo se diluyen.
Este fenómeno se articula con el debilitamiento del Estado federal, visible en los reiterados shutdowns y en la incapacidad del Congreso para producir acuerdos básicos de gobernanza. El debate sobre el tamaño y la función del Estado adquiere una dimensión ideológica total: para los sectores trumpistas, el aparato federal es símbolo de corrupción, exceso regulatorio y amenaza a la libertad; para el progresismo, representa el garante de derechos y la única barrera contra los efectos más agresivos del neoliberalismo tardío. La polarización, por tanto, debe analizarse no solo como conflicto político sino como crisis de legitimidad. Siguiendo a Habermas y su noción de “crisis de racionalidad y crisis de motivación”, el Estado estadounidense se encuentra ante una doble erosión: pierde capacidad de administrar el sistema económico y pierde capacidad de generar adhesión normativa entre sus ciudadanos.
RECONFIGURACIÓN DEL PODER ECONÓMICO: HEGEMONÍA DEL DÓLAR, ECONOMÍA POLÍTICA DIGITAL Y JUDICIALIZACIÓN DEL COMERCIO.
1. Erosión monetaria y transición hacia un sistema multipolar. El sistema monetario internacional dominado por el dólar descansa sobre dos pilares: la confianza en la estabilidad institucional estadounidense y el uso del sistema financiero como herramienta geopolítica. Sin embargo, la aceleración de la desdolarización impulsada por potencias emergentes demuestra que Washington enfrenta, por primera vez desde Bretton Woods, una competencia estratégica en el terreno monetario. La acumulación global de reservas de oro, impulsada por China, Rusia, India y Brasil, debe interpretarse bajo el prisma de la economía política internacional como un intento deliberado de reducir la “coerción estructural” ejercida por Estados Unidos a través del sistema de pagos. Es decir, estamos ante una contestación a la hegemonía financiera estadounidense, coherente con el ascenso de nuevas potencias y con el debilitamiento relativo del liderazgo norteamericano.
2. La decisión estratégica de incorporar Bitcoin al aparato estatal. La creación de la Reserva Estratégica de Bitcoin y la aprobación de la GENIUS Act representan un punto de inflexión teórico: el Estado adopta una tecnología originalmente diseñada para escapar del control estatal. Desde la teoría institucionalista, esta maniobra puede interpretarse como un intento de “reestatizar” un ecosistema descentralizado mediante mecanismos de regulación y absorción. No obstante, desde la teoría crítica se podría argumentar que esta integración genera nuevas vulnerabilidades: ¿qué sucede cuando un activo volátil y descentralizado se incorpora al corazón de la gobernanza monetaria? La pregunta implica riesgos sistémicos para la estabilidad financiera.
3. La judicialización del comercio internacional y el declive del unilateralismo. El fallo de la corte de apelaciones sobre los aranceles impuestos por Trump, al declarar que excedieron su autoridad bajo la IEEPA, constituye uno de los mayores desafíos recientes al presidencialismo económico. Este episodio reactiva debates clásicos sobre separación de poderes, delegación legislativa y constitucionalismo económico. Siguiendo los marcos de la “constitucionalización del comercio” (Petersman), el litigio demuestra que la política comercial estadounidense ha ingresado en una fase de judicialización que limitará el unilateralismo arancelario del Poder Ejecutivo. Esto afecta directamente su política exterior, su posición frente a la OMC y las tensiones con aliados históricos.
EL COMPLEJO MILITAR-DIGITAL: TRANSFORMACIÓN ESTRATÉGICA, IA MILITAR Y EL PROYECTO GOLDEN DOME. La mutación del complejo militar-industrial hacia un complejo militar-digital es una de las transformaciones más significativas de la era contemporánea. La emergencia de empresas como Anduril Industries confirma la tesis de que la innovación militar ya no es liderada por contratistas tradicionales, sino por actores tecnológicos con capacidad de escalar soluciones basadas en software, automatización y análisis algorítmico. El proyecto Golden Dome encarna esta transición. En términos teóricos, combina elementos de: securitización tecnológica (Buzan y Wæver), disuasión algorítmica, defensa en red (network-centric warfare) y autonomía letal regulada. Sin embargo, la literatura sobre “inteligencia artificial y estabilidad estratégica” advierte que la incorporación masiva de automatización puede generar incentivos desestabilizadores. Sistemas altamente automatizados pueden aumentar el riesgo de errores catastróficos, reducir los tiempos de reacción y habilitar dilemas de seguridad propios de las guerras algorítmicas.
MIGRACIÓN, SOBERANÍA E IDENTIDAD: LA DISPUTA CULTURAL POR LA DEFINICIÓN DE LA NACIÓN. La política migratoria estadounidense debe leerse desde los enfoques de la teoría constructivista: la frontera no es solo un espacio material, sino un dispositivo simbólico. La propuesta de deportar a 11 millones de inmigrantes constituye un esfuerzo por redefinir la identidad nacional en términos homogéneos, reaccionando a décadas de cambio demográfico. Desde los marcos de securitización, la migración se convierte en amenaza existencial, usada para legitimar medidas extraordinarias. Desde la teoría del populismo, la figura del inmigrante cumple el rol de “otro interno” que permite construir una identidad política antagonista. En ambas interpretaciones, el fenómeno migratorio deja de ser económico para convertirse en un conflicto de significados culturales.
NORTEAMÉRICA EN UN CICLO DE TRANSICIÓN POLÍTICA Y ESTRATÉGICA. La región norteamericana se encuentra en un punto de inflexión histórico. Estados Unidos enfrenta una crisis de legitimidad que erosiona su capacidad de ejercer liderazgo global. Canadá experimenta tensiones que cuestionan su cohesión territorial y su rol como socio estratégico. Ambos países se ven afectados por procesos globales —desdolarización, multipolaridad, revolución digital-militar— que desafían las estructuras que definieron el orden hemisférico durante décadas. Desde una perspectiva académica, estos fenómenos pueden ser interpretados como parte de una transición hegemónica en la que el orden existente pierde capacidad de producir consenso y estabilidad, pero aún no emerge una alternativa clara. Norteamérica, tradicionalmente un espacio de integración y previsibilidad, aparece ahora como una región atravesada por tensiones centrífugas, incertidumbres institucionales y desafíos geopolíticos que podrían redefinir su mapa político y económico. La pregunta clave no es si el orden norteamericano está en crisis, sino cuál será el tipo de orden que lo reemplace. En ese sentido, la región se convierte en un laboratorio donde se ensayan nuevos modelos de soberanía, defensa, identidad nacional y gobernanza económica. En este laboratorio, el resultado está lejos de ser evidente, pero sus efectos se proyectarán más allá del hemisferio, influenciando la arquitectura global del siglo XXI.

- Nicolás Figueroa.







